Partes del discurso



A la teoría del discurso le interesa el papel que representan las prácticas e ideas sociales significativas en la vida política. Analiza de qué manera los sistemas de significado o «discursos» configuran la comprensión que las personas tienen de sus propios roles sociales y cómo influyen en sus actividades políticas. Sin embargo, los discursos no son ideologías en el sentido tradicional o estricto de la palabra (o sea. conjuntos de ideas a través de las que los actores sociales explican y justifican su acción social organizada). El concepto de discurso incluye en su marco de referencia todo tipo de prácticas sociales y políticas, así como instituciones y organizaciones.

El análisis del discurso se inspira en ciencias interpretativas como la hermenéutica, la fenomenología, el estructuralismo y la deconstrucción (véase Dallmayr y Mc-Cartny. 1977). Dichas ciencias se organizan a través de la interpretación de textos literarios y filosóficos o analizando cómo los objetos y las experiencias adquieren su significado. El enfoque del discurso, al situarse en esta tradición intelectual, tiene algún parecido con el método del Verstehen de Max Weber. Por medio de esta metodología el investigador social pretende comprender el comportamiento en sociedad mediante la identificación con el agente que actúa en ella. La diferencia estriba en que el analista del discurso examina de qué modo las estructuras de significado hacen posibles ciertas formas de conducta. Al hacer esto, pretende comprender cómo se generan los discursos que estructuran las actividades de los agentes sociales, cómo funcionan y cómo se cambian. Al empeñarse en entender estos objetos de investigación el analista del discurso da prioridad a conceptos políticos como «antagonismo», «actuación», «poder» y «hegemonía».
Las partes del discurso son entre cuatro (exordio, exposición o narración, argumentación, peroración o epílogo) y seis (exordiumnarratiopartitioconfirmatiorefutatioperoratio)
EXORDIO
Busca hacer al auditorio benévolo, atento y dócil. Su función es señalizar que el discurso comienza, atraer la atención del receptor, disipar animosidades, granjear simpatías, fijar el interés del receptor y establecer el tema, tesis u objetivo. Es necesario afectar modestia para capturar la simpatía del público y explotar su tendencia a identificarse con quien está en apuros o es débil.
EXPOSICIÓN
O NARRACIÓN
:
La narratio, desarrollo o exposición es la parte más extensa del discurso y cuenta los hechos necesarios para demostrar la conclusión que se persigue. Si el tema presenta subdivisiones, es preciso adoptar un orden conveniente (partitio o divisio). En la partitio tenemos que despojar al asunto de los elementos que no nos conviene mencionar y desarrollar y amplificar aquellos que sí nos convienen. Los recursos estilísticos que se suelen usar en la partitio son taxismerismodiéresisdiálisiseutrepismoprosapódosishipozeuxis y distributio.
Esta sección enseña al público los puntos fuertes que vamos a defender. Se persigue la brevedad (no aburrir al auditorio, no traspasar el umbral de atención del público y evitar la desproporción entre discurso y tema), la claridad (es imposible convencer al público si no se ha enterado de lo que se trata, aunque literariamente la oscuridad y ambigüedad puede ser un mérito) y la verosimilitud (ya dijo Aristóteles que es preferible lo falso verosímil a lo verdadero inverosímil). No hay que hacer increíbles unos hechos ciertos y el abogado que haga creíbles unos hechos falsos logrará que el jurado vote por su cliente. En este punto la ética no tiene nada que ver con la retórica. En el mundo literario, el principio de verosimilitud es importantísimo, ya en estética realista o fantástica. En la exposición se incluye una serie de circunstancias: quién (quis), qué (quid), cuándo (quando), cómo (quemadmodum), dónde (ubi), por qué (cur), con qué medios (quibus auxiliis). Hay que interrumpir la exposición con breves digresiones que impidan la monotonía aliviando la tensión del auditorio y actuando sobre él de forma complementaria.
ARGUMENTACIÓN:
Es la parte donde se aducen las pruebas que confirman la propia posición revelada en la tesis de la exposición (confirmatio o probatio) y se refutan las de la tesis que sostiene la parte contraria (refutatio o reprehensio), dos partes que Quintiliano considera independientes, de forma que para él el discurso forense tendría cinco. La confirmación exige el empleo de argumentos lógicos y de las figuras estilísticas del énfasis; los de la refutación serían por el contrario metástasis, contrarium, contradicciones, el progymnasma de la refutación. También es un lugar apropiado para el postulado o enunciado sin prueba, siempre que no debilite nuestra credibilidad, para lo cual hay que recurrir al postulado no veraz pero plausible (hipótesis), a fin de debilitar al adversario desorientando su credibilidad; lo mejor en ese caso es sugerirlo y no decirlo. Se recurre a una lógica retórica o dialéctica que no tiene gran cosa que ver con la lógica científica, pues su cometido no es hallar la verdad sino con-vencer. Se funda más en lo verosímil que en lo verdadero, de ahí su vinculación con la demagogia. Para los discursos monográficos enfocados a la persuasión, convienen las estructuras gradativas ascendentes. En el caso del discurso periodístico, la tendencia a abandonar al principio del lector recomienda el uso de la estructura opuesta: colocar lo más importante al principio. La retórica clásica recomienda para los discursos argumentativos monográficos el orden nestoriano, el 2,1,3: esto es, en primer lugar los argumentos medianamente fuertes, en segundo lugar los más flacos y débiles y en último lugar los más fuertes.
PERORACIÓN:
Es la parte destinada a inclinar la voluntad del oyente suscitando sus afectos, recurriendo a móviles éticos o pragmáticos y provocando su compasión (conquestio o conmiseratio) y su indignación (indignatio) para atraer la piedad del público y lograr su participación emotiva, mediante recursos estilísticos patéticos (accumulatio, anacefalaeosis, complexio, epanodos, epifonema, simperasma, sinatroísmo); incluye lugares de casos de fortuna: enfermedad, mala suerte, desgracias… Resume y sintetiza lo que fue desarrollado para facilitar el recuerdo de los puntos fuertes y lanzar la apelación a los afectos; es un buen lugar para lanzar un elemento nuevo, inesperado e interesante, el argumento-puñetazo que refuerce todos los demás creando en el que escucha una impresión final positiva y favorable.

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